España tiene una de la mejor red de carreteras de alta densidad de Europa. A diferencia de muchas de nuestros socios, gran parte de ellas son públicas y de libre acceso. Junto a esta red de alta capacidad, también contamos con 148.000 km de carreteras secundarias. De ellas, unos 14.000 km son convencionales, es decir, de una sola calzada de circulación en ambos sentidos.
La particularidad de nuestra geografía hace que estas carreteras convencionales atraviesen cadenas montañosas y discurran por un relieve escarpado en muchas ocasiones. Por ello el tránsito se complica, sobre todo con condiciones climatológicas adversas.
Hace unas décadas, España carecía de esta red de carreteras, y los conductores apenas teníamos la posibilidad de conducir por autopista. La mayor parte del tránsito de vehículos se desarrollaba por vías secundarias. En la actualidad las usamos cuando no queda otro remedio. Por una sencilla razón: porque hoy día prima la rapidez y la seguridad.
La circulación por autopistas y autovías, o la continua conducción urbana, han incidido negativamente en las técnicas de conducción. En muchos casos, los conductores no saben conducir por vías convencionales. Dudan en los adelantamientos, no saben guardar la distancia de seguridad, no adecuan su conducción a la señalización existente o circulan invadiendo más calzada de la permitida. Todo ello contribuye a que la circulación por este tipo de vía se convierta en altamente peligrosa.
Según datos oficiales, más del 75% de los accidentes se producen en vías convencionales, lo que supone un porcentaje muy elevado. Cabe preguntarse por qué motivo tenemos esa tasa tan alta de siniestralidad en ese tipo de vía, aunque ya hayamos adelantado algunos de ellos.
Los factores que pueden contribuir a esta situación son:
Las características y condiciones de las vías.
El tipo de conducción que se hace en este tipo de vías.
Por un lado, existe una falta de inversión en la red de carreteras convencionales. En muchos casos, el problema de esta falta de inversión es el origen en la titularidad de éstas. Unas pertenecen al Estado, otras a las comunidades autónomas y otras a las diputaciones o ayuntamientos. Lo que supone que cada titular invierta en función de los recursos y objetivos que tenga, lo que da lugar a importantes diferencias entre ellas.
La velocidad inadecuada, ya sea por las características de la vía o las condiciones meteorológicas adversas, los adelantamientos inapropiados, la reiteración de los trayectos y el exceso de confianza, son algunos de los factores que concurren en la accidentabilidad en estas vías.
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A esto podemos añadirle los trazados antiguos y sin márgenes adecuados, los cruces peligrosos, la señalización deficiente o deteriorada, y los firmes dañados como motivos que inciden en la gravedad de los accidentes.
La conclusión a la que podemos llegar, teniendo en cuenta las condiciones de nuestras vías, es que debemos extremar las precauciones al volante, conducir cumpliendo en todo momento con la normativa de circulación, mantener una velocidad adecuada a las condiciones de la vía y ambientales, guardar las distancias de seguridad y realizar los adelantamientos en las condiciones óptimas de seguridad.
Hay que disfrutar de los viajes por carretera, pero siempre circulando con total seguridad. ¡Buen viaje y les esperamos de vuelta pronto!
Eugenio de Dobrynine - Abogado de CEA
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