Acoso y derribo. La persecución del automóvil
Al igual que otros años, y como viene siendo ya habitual, se ha celebrado la Semana Europea de la Movilidad, en la que los ayuntamientos son los protagonistas, ya que lo que se propone es aportar y exponer a sus ciudadanos ideas para mejorar y conseguir una ciudad más amigable. Sin embargo, por las medidas que últimamente se proponen, parece más una persecución al automovilista que hace uso de su automóvil para sus desplazamientos habituales.
Es cierto que hay que racionalizar el uso del coche en las ciudades, y es tarea de los poderes públicos aportar las medidas oportunas para su consecución. Ello sin duda, requiere una fuerte inversión en mejorar las infraestructuras existentes, pero también generar en el ciudadano una concienciación de un uso razonable del automóvil.
Para esto último hay que ofrecerle alternativas al uso del automóvil que le resulten cómodas y accesibles. Mejorar la red de transporte público conectados con los estacionamientos disuasorios en los accesos a los núcleos urbanos es una de las principales tareas que tienen que acometer los regidores locales. El éxodo de los capitalinos a núcleos periféricos residenciales es cada vez más frecuente, sin que la actividad económica de las ciudades disminuya, lo que provoca la saturación de las vías de acceso y por consiguiente un incremento de la circulación interior.
Últimamente las políticas municipales tienden a expulsar a los vehículos del centro de las ciudades sin ofrecer a los conductores alternativas sustitutorias, penalizando por todos los medios su presencia en las mismas. Se incrementan las tarifas de los estacionamientos regulado restringiendo a su vez los tiempos de estacionamiento o ampliando innecesariamente su horario sin otro fin que el meramente recaudatorio, se limita la circulación y a veces incluso, se prohíbe por determinadas vías que son ejes primordiales de conexión entre distintos puntos de la ciudad, se peatonalizan determinas zonas lo que provoca en muchas ocasiones el deterioro económico de las mismas al desaparecer los pequeños comercios verdaderos actores de la singularidad de los barrios, se limitan las plazas de estacionamiento de los residentes con la reserva de plazas para contenedores o la ampliación de aceras que van a seguir usando los mismos transeúntes que las usaban y sin que se construyan en el barrio nuevos estacionamientos. ¿No es esto, si acaso, un acoso y derribo programado al automovilista?
Punto y aparte son las medidas para las restricciones de tráfico a la circulación de determinados vehículos dentro del núcleo urbano por razones medioambientales, con la amenaza de sanción o en su caso la total prohibición de su presencia, como se ha anunciado recientemente en París para los coches diésel, o por razón de su antigüedad.
El automóvil ha sido sin duda alguna el elemento que ha contribuido como ninguno al desarrollo social y económico tan espectacular del último siglo. Es nuestra obligación procurar que siga ofreciendo sus servicios como lo ha hecho hasta la fecha, aunque para ello tenemos que contribuir todos, usuarios y poderes públicos, racionalizando su uso sin criminalizarlo.
Eugenio de Dobrynine – Abogado de CEA
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