¿Qué ocurre si conduces el coche de un fallecido?
Conducir el vehículo de una persona fallecida puede parecer una acción inofensiva, especialmente si se trata de un familiar cercano, pero en nuestro país, esta situación plantea importantes implicaciones legales y administrativas.
¿Se puede conducir el coche de un fallecido?
La respuesta es sí, pero solo bajo ciertas condiciones. De acuerdo con lo dispuesto en el artículo 32, apartado 6 del Reglamento General de Vehículos, la persona que tenga a su cargo la custodia y, en su caso, el uso del vehículo mientras se adjudica a uno de los herederos, deberá notificar tal circunstancia a la Jefatura de Tráfico, dentro de los noventa días siguientes a la defunción del titular registral del vehículo.
Para ello, el vehículo debe estar al día con todos sus requisitos legales, como el pago del seguro obligatorio, el impuesto de circulación y la ITV vigente. Además, es fundamental que la titularidad del vehículo sea regularizada en un plazo razonable, ya que legalmente no puede permanecer indefinidamente a nombre del fallecido. Esto implica un cambio de titularidad en la Dirección General de Tráfico (DGT), que debe ser gestionado por los herederos legales.
¿De cuánto es la multa por conducir el coche de un fallecido?
Si conduces un coche cuya titularidad no ha sido actualizada tras el fallecimiento de su propietario, podrías enfrentarte a sanciones económicas. Según la normativa vigente, la multa puede alcanzar hasta los 200 euros, dependiendo de la infracción concreta. Por ejemplo, si el vehículo carece de seguro o no tiene la ITV en regla, estas sanciones podrían incrementarse considerablemente. Además, conducir sin realizar el cambio de titularidad podría acarrear problemas adicionales si el vehículo estuviera implicado en un accidente o control de tráfico.
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Complicaciones legales y administrativas
El uso de un coche de un fallecido sin actualizar su titularidad puede derivar en complicaciones legales y administrativas. Algunas de las más comunes incluyen:
Imposibilidad de contratar un nuevo seguro: las aseguradoras no suelen renovar las pólizas a nombre de una persona fallecida, lo que te expondría a multas por carecer de seguro obligatorio.
Problemas en caso de accidente: en el caso de que ocurra un accidente de tráfico y el vehículo sigue a nombre del fallecido, podría ser difícil gestionar las reclamaciones de seguros y asumir responsabilidades legales. Las aseguradoras podrían rechazar la cobertura de los daños ocasionados si no se ha informado sobre dicha modificación. Esto implica que todos los costes asociados al siniestro, como pueden ser las reparaciones o responsabilidades legales, podrían recaer completamente sobre el conductor.
Conflictos entre herederos: si el coche forma parte de la herencia, todos los herederos deberán estar de acuerdo en su destino, lo que podría generar disputas si no hay consenso.
Bloqueo administrativo: La DGT podría bloquear el expediente del vehículo, impidiendo su venta o transferencia hasta que se resuelva la situación.
Tras el fallecimiento del titular de un vehículo, puede parecer una solución sencilla continuar utilizándolo sin notificar a las autoridades el cambio de titularidad. Sin embargo, esta decisión no solo es equivocada, sino que también puede generar graves consecuencias legales y administrativas.
El conductor será responsable de cualquier infracción que cometa si es identificado por la autoridad. Además, intentar mantener la identidad del titular fallecido para evitar trámites administrativos puede conllevar implicaciones mucho más serias, como responsabilidades civiles por usurpación de identidad o incluso cargos por falsedad documental. Por ello, es fundamental regularizar la situación del vehículo cuanto antes, tanto para cumplir con la normativa como para evitar problemas legales en el futuro.
Fernando González Iturbe - Abogado CEA
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